domingo, 29 de octubre de 2017

El otro yo del Dr. Merengue

Eso pasaba en una historieta del año del zapallo, pero no importa, ni yo ni el somos el Dr, Merengue, pero tenemos un problemita de doble vida, como tanta gente que anda a los saltos entre mentira y mentira, entre la vida y la muerte.
Por eso dije:



Porque yo soy el y soy ella, un tipo que deja salir a la mujer que lleva adentro y cuando ella sale se apodera de su mente, su voluntad y su bolsillo.


Pero eso dura tan poco que no hay tiempo de acostumbrarse a la peluca y a los tacos altos.


Por ejemplo acá, en internet, él deja que yo(ella) haga y deshaga a piacere, salvo cuando los lobos aúllan y quieren salir 'para charlar y conocerse'.


Ahí se pone loco.


-¡Puta! -me dice-, lo único que te importa es que te la pongan!
Y yo agacho la cabecita y anulo las citas una tras otra y me quedo mirando a la nada, como si en la nada pudiera encontrar consuelo.


Pero hay excepciones, y esta es una de ellas:





LA CITA


Habíamos quedado con un señor para encontrarnos, digo 'habíamos' porque el muy hijo de puta estuvo todo el tiempo viendo y controlando, aclarando que el va de hombre y que si da para seguir me deja a mi, que me tengo que vestir apurada porque a los tipos les agarra la impaciencia y empiezan con el ¿te falta mucho?


Fuimos y, obviamente, él sabe dónde hay que ir, el sabe manejar, el la tiene clara y yo soy la pelotuda que en lo único que piensa es en chupar una buena pija...


-¿Ves? Sos una puta barata. Nos volvemos.


-No, no, por favor no. Dale, dejame una vez aunque sea.


-Está bien, pero acordate que es mi boca y es mi culo.


Llegamos y el tipo era un bomboncito maduro que de solo verlo se me cayó la bombachita, pero nada, me mandó para adentro y se sentaron a charlar mientras tomaban un café.


Y los muy hijos de puta pegaron rebuena onda, pero no en el sentido que yo quería, sino buena onda de dos chabones que se caen bien y es como si se conocieran de toda la vida.


En eso llegan dos pendejas y se sientan en la mesa de al lado, dos trolitas con las hormonas efervesciendo y sus tetas y sus culos que no se pueden creer. ¿Y qué pasó? Pasó que estos dos viejos verdes de mierda se ponen a charlar con las pendejas y en quince minutos ya se las levantaron y enfilaron para el telo.
El mismo telo donde el madurito ese me iba dejar el culo como una flor.





A la vuelta puro silencio, ni un reproche, nada.


Pero todo tiene su recompensa, al día siguiente me dejó comprar un vestido, unas medias y un par de zapatos espectaculares.





Nada mal el premio consuelo... pero ya tendré revancha, lo último que pierdo son las esperanzas.


jueves, 23 de febrero de 2017

Años, abandono y regreso.

A veces pienso que ya pasó mi hora, que con sesenta años ya es momento de colgar la bombachita y dejar de ser yo.
Pero la bombachita es tan fuerte que no puedo dejar esta pasión que me incendia el estómago, me compro un conjuntito, un vestidito y unas sandalias y me visto y soy feliz.
Obviamente, además de las fotos, me visto para buscar acción y, por suerte la sigo encontrando.
















miércoles, 25 de noviembre de 2015

Reencuentro con mi excuñado

El lunes tuve que hacer unos trámites en el centro y aprovechando el tiempo, llevaba mi mochila con algo de ropita y cosas para producirme un poco.
Ya había terminado con mis obligaciones bastante temprano, eran alrededor de las dos de la tarde y no tenía claro lo que iba a hacer, pero la crossdressina la tenía por las nubes y si bien debajo de mis ropas 'de hombre' llevaba un conjuntito de encaje negro, las ganas de vestirme completa, maquillarme y enredarme con algún macho caliente me tenían alborotada.
Caminando por Suipacha, mientras miraba bultos al llegar al Cine Ideal, veo salir una figura conocida, era mi excuñado Mario, en realidad exconcuñado ya que hasta hace unos meses fue el marido de la hermana de mi esposa.
Al instante me cayeron infinidad de fichas, de cualquier otro me hubiera sorprendido verlo en esta situación, pero de él no, porque justamente la causa de la separación fue que lo engancharon con un travesti.
Pero lo que más recordaba fue un incidente que tuvo lugar a principio de año, más precisamente el uno de enero.
Normalmente nos juntamos toda la familia en la casa de otro de mis cuñados, y antes del morfi jugamos un picado entre nosotros, como somos muchos y los chicos van creciendo, da para que se armen buenos partidos.
Mario y yo éramos contrarios y varias veces disputamos alguna pelota, pero en una en especial, yo protegiendo con el cuerpo, entré en contacto con él, con su verga que se apoyó entre mis nalgas y la sentí sabrosa y noté que en el forcejeo esa pija dio un respingo.
Terminó la jugada con la intervención de algún otro y ninguno de los dos dijo nada. Pero ambos supimos que lo que había pasado fue un poco más allá de un contacto normal entre dos jugadores.
Pasó enero y con las vacaciones y esas cuestiones casi no volvimos a vernos.
En febrero nos juntamos por un cumpleaños y esta vez se armó truco. Tiraron los reyes y nos tocó jugar de compañeros. Si bien, en la familia siempre jodemos con el tema de las señas y los cantitos, aquella vez me pareció que sus señas y sus dichos iban un poco más allá.
La cerveza hizo su parte y perdimos.
Los que estaban haciendo el asado entraron a jugar y a nosotros nos tocó reemplazarlos.
Y como hacía calor la cerveza seguía entre nosotros.
No sé en qué momento la conversación derivó en temas sexuales y me quedé helado cuando me preguntó si mi esposa me entregaba la cola.
Le dije poco y nada, que no le gustaba.
-Ah, es cuestión de familia entonces. Laura no quiere saber nada y a mi me enloquece cogerme un culo -dijo bajando la voz y bien cerca de mi oreja.
Sentí su aliento caliente y sin quererlo me empecé a calentar.
Estábamos en el fondo, solos, pero alguien podía venir en cualquier momento.
-Un culo, sin importar de quien es -agregó ya casi rozando mi oreja y apoyando una mano en mi hombro.
Yo no podía contestar, me reía, tratando de hacerle creer que lo tomaba a broma, pero ambos sabíamos que era bien en serio.
Alguien vino, preguntó por el asado y la reunión siguió su curso, aunque nuestras miradas se cruzaban más de lo normal.
Al poco tiempo al llegar a mi casa, mi esposa me contó que su hermana andaba como loca porque lo habían visto a Mario entrando a un telo con un travesti.
La cosa no duró mucho,  lo pescaron infraganti, se armó un kilombo bárbaro y terminó echado de la casa.
Nunca volví a saber de él, hasta este instante donde lo tengo frente a frente con una sonrisa ancha y los brazos estirados para fundirnos en un abrazo.
Mientras tomábamos un café me contó que se había ido a vivir a San Juan, a la casa de unos tíos, que estaba bien, pero que extrañaba a la familia pero sobretodo a mi.
Lo dijo y se quedó mirándome fijo a los ojos.
Yo ya estaba jugada, rompería una de mis sagradas reglas que era no hacerlo con nadie conocido.
-Yo también te extrañé, mucho -le dije.
-¿En serio? -preguntó intrigado.
-Si. Pienso que quedó algo pendiente entre nosotros.
Su cara se ilumínó. Miró la hora y me sonrió.
-Si tenés tiempo podemos solucionarlo ahora -dijo apoyando su mano sobre la mía.
-Tengo tiempo y muchas ganas -le contesté totalmente entregada.
Luego todo pasó rápido, me contó que había venido para terminar la venta de la casa de los padres (ambos fallecidos), que se habían ido los inquilinos y lo importante: la casa estaba disponible.
Fuimos a buscar mi coche al estacionamiento sin perder oportunidad de rozarnos al caminar entre la gente, antes de subir al auto y luego de mirar alrededor y ver que no había nadie, se acercó a mi, me abrazó y nos besamos apasionadamente, las piernas me temblaban, volvía a sentir las mariposas en la panza y las campanas sonando, pensé que era un sueño, pero cuando su mano, a través de la tela de la remera descubrió la tirita del corpiño y sus dedos palparon incrédulos hasta cerciorarse que era cierto, me di cuenta que era la realidad, una realidad mucho mejor de lo que había imaginado.
-Qué sorpresa -susurró. -Imaginé que eras gay, pero nunca que te vistieras de mujer. ¿También usás bombachita?
Asentí y me bajé un poco el pantalón mostrándole la tanguita.
-Vamos, no perdamos tiempo -dijo subiendo al auto casi corriendo.
Mientras viajábamos, me contó de sus gustos por los travestis y yo le conté de mis gusto por ser una.
Nos manoseamos un poco y al subir a la autopista me detuve y le pedí que manejara.
Cambiamos de lugar sin bajar del coche, yo pasé sobre él apoyando mi culo en su verga.
-Mmmmm como aquella vez del partido -dijo cerrando los ojos y empujando un poco contra mis nalgas.
-Ah. ¿Te acordás?
-Las pajas que me hice pensando en tu culito, lo rico que se sintió apoyarte -contestó mientras ponía primera y arrancábamos.
-Yo también me hice muchas pajas pensando en ella -dije, mientras comencé a sobarle la pija sobre el pantalón.
Al instante se empezó a endurecer, noté como se agrandaba y se marcaba en la tela. No aguanté, le desabroché el cinturón, le bajé el cierre y metí mi mano por debajo del boxer, él se aflojó sobre el asiento y aproveché para bajar un poco el pantalón.
Despacito la liberé del encierro y al fin la vi, era una pija hermosa, rosada y venosa, de un tamaño apropiado, derecha, mientras la admiraba me caía la baba, la acariciaba y sin dudar me agaché y comencé a besarla, a lamerla, a chuparla.
-El peaje -anunció con desesperación y yo con disgusto dejé ese manjar por un momento.
Llegamos a la casa y mientras él se acomodaba la ropa yo abrí el portón.
Apenas entramos nos matamos a besos, nuestras lenguas eran como serpientes hambrientas, nuestras manos hacían volar las ropas de uno y de otro, hasta que yo quedé en ropa interior y él completamente desnudo. Me arrodillé y seguí chupando esa pija hermosa que me tenía en llamas.
La casa estaba sin muebles, pero por suerte quedaba un sofá bastante cómodo.
-Esperame un minuto -le pedí.
Tomé la mochila y me metí en el baño, me puse unas medias, un vestido, zapatos y peluca, no me maquillé para no perder tiempo, apenas un toque de labial, 
Volví al living, él estaba desnudo sobándose lentamente la pija, al verme no paró de halagarme, le pedí que me sacara algunas fotos que quiero compartir con ustedes.

 








Luego de tomar esta foto dejó el teléfono y se abalanzó sobre mi y comenzó a acariciarme, a besarme con una pasión arrolladora, me giró, me levantó el vestido y sin perder tiempo corrió la tirita de la tanga y me lamió la cola de una manera deliciosa, me metía la lengua hasta el fondo, mi culo hervía de deseo y su saliva no alcanzaba a apagar el fuego, mis gemidos de placer se mezclaban con sus gruñidos formando una cantinela morbosa y caliente.
Yo ya estaba en cuatro patas con él detrás, me mojé bien la mano con saliva y me estiré hasta alcanzar su pija que estaba dura como un hierro y caliente como mi ojete. 
-No aguanto más, metémela -le pedí mientras le colocaba un forro con la boca y de paso le lubricaba bien la pija con mi saliva.
Apoyó la cabeza en mi agujero, hizo un poco de presión y se quedó quieto. Me hacía desear, yo tiré la cola hacia atrás hasta sentir que la cabeza penetraba en mi culo, era una sensación única, no me dolía, era puro placer, empujé un poco más, despacio, sintiendo como cada milímetro inundaba mi recto que se iba amoldando a esa barra de carne deliciosa.
Después fue su turno, empujó un poco más y yo otro poco y después él hasta que sentí su pelvis chocar contra mis nalgas, la tenía toda adentro. Giré mi cabeza y lo vi, disfrutando tanto como yo, ambos habíamos fantaseado con este momento y al fin la fantasía se hacía realidad.
Comenzó a moverse, sin parar de decirme cosas como "que rico culito", "que apretadito", "como te la tragás toda"...
Y yo le contestaba "si papito, siii, ponemela toda, cogeme así que me encanta"
Ya el movimiento era frenético y sincronizado, Ibamos y veníamos en el momento justo y yo sentía cuando su verga estaba a punto de abandonarme y entonces cambiábamos la dirección y me enterraba toda, hasta los huevos y era tan delicioso que me di cuenta que estaba llorando de placer.
Mis gemidos se confundían con el ruido de su cuerpo chocando contra el mío y sus gruñidos se acrecentaron, supe que el volcán estaba a punto de estallar, estiré mi mano y tomé sus huevos y los mios, al instante sentí su orgasmo y el mío al unísono nuestros huevos descargaron litros de leche hirviendo,
Quedamos así por un instante que puede haber durado segundos o años, el tiempo se había detenido y alrededor nuestro danzaban luces de colores. 
Luego volvimos a la realidad, nos arrastramos hasta el sillón y nos desplomamos, me abrazó y me besó con ternura y yo hice lo mismo.
Estábamos en un estado de inconciencia, nos dijimos palabras de amor como si fuéramos dos adolescentes que por primera vez conocen el placer del sexo.
Se sacó el forro que estaba desbordante, le hizo un nudo y lo arrojó lejos.
-Tengo más -dijimos los dos al unísono. Nos reímos y nos besamos hasta que noté que la espada volvía a erguirse, lo ayude con unas lamidas y chupadas como jamás en mi puta vida le propiné a pija alguna.
Me sacó el vestido y se abocó a acariciar mis tetitas, aquello me enloquecía y a él le encantaba.
-Que hermosa putita -murmuraba
-Que richo macho -yo contestaba.
Me puso boca arriba y levantó mis piernas, las apoyó en sus hombros y mientras se colocaba otro forro besaba mis muslos.
Me la metió de una, mi culo dilatado y hambriento soportó la entrada con nada más que placer, me acomodé un poco para que entrara más. Sus manos en mis tetitas, apretando los pezones hasta hacerme delirar, comencé a moverme, haciendo que su verga deliciosa entrara y saliera de mi culo proporcionándome un placer indescriptible.
Buscó mi boca y la encontró abierta, su lengua se enroscó con la mía, que placer es coger así, viendo la cara de tu amante, sintiendo su cuerpo tenso y sudoroso, su boca comiéndote la boca, sus manos acariciando y sus gemidos, gruñidos y palabras de amor y éxtasis.
-Quiero tu leche en la boca -le pedí al sentir que sus movimientos se aceleraban.
La sacó, se arrancó el forro y se pajeó un poco delante de mi cara, que hermosa poronga, apenas me toqué mi pijita y comencé a temblar, a mi edad ya es prácticamente acabar dos veces en tan poco tiempo, pero la sensación de orgasmo es sublime y cuando su leche espesa y caliente comenzó a manar el placer fue doble y me tragué hasta la última gota.
Nos quedamos abrazados en silencio. El besó mis ojos húmedos y susurró: "Venite conmigo a San Juan"
Me quedé helada. Era imposible, pero qué ganas.
Las palabras quedaron flotando en el ambiente, hasta que unas risas nerviosas las hicieron desaparecer.
Todo lo demás fue como los créditos en las películas, nadie les presta atención, nos despedimos sin promesas, dejando que el destino como siempre maneje los hilos de nuestras vidas tejiendo caminos que tal vez nos alejen para siempre o vuelvan a juntarnos.